domingo, 14 de enero de 2007

Domingo.

Se habla de más, como siempre, y se emplea mal el término "domingo". Se lo relaciona con un estado del alma, cuando el alma tiene estados todo el tiempo, sólo que no siempre puede manifestarse. Manifestación del maní. Nuestras almas están, en alguna parte, pero están, y nos hablan tan fuerte que lo único que no podemos decir es que no se oye.
No existe (pronunciado nexisteh, con énfasis porteño) tal cosa como el domingo, entendido como término anímico. El domingo es lo que es, aunque en realidad es lo que somos adentro del él. Como dice alguien que diijo lo que erstoy por decir (y que no me animo a citar para no ser tan careta), nosotros habitamos el tiempo. O sea que siguiendo a este autor incomprensible para cerebros ansiosos como el mío, nosotros estamos metidos dentro del domingo como un embutido de tiempo, notable mondongo dominical, que nos aprisiona y hace inclinarnos por el fútbol, la familia, el deporte, el ajedrez, el mate, la lectura, las drogas, las ideas est´çupidas según las cuales el domingo es más tranqui, y demás producción discursiva de nuestras timoratas conciencias.
Los saludo, lectores (¿?). Leanmé, que callar es desagradable. Más los domingos.
A.G.

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