sábado, 19 de mayo de 2007

Manifiesto del Poeta Poeta.

Supongamos que cierto sujeto universitario es Polaco y se llama Wolfram. Constituye un ejemplo perfecto de una nueva clase de poetas neo-hedonistas, cuyo tema referido es la felicidad. Wolfram tiene varios métodos de escrituran que él llama fuentes de inspiración. Quiere decir que Wolfram llega a su casa de dormir en un banco de plaza –práctica habitual de nuestro jóven poeta- y como no tiene inspiración, la busca. La encuentra con facilidad, porque sólo tiene que revolver en su mochila –que está desordenada, como la de los jóvenes neo-hedonistas- y sacar de una cajita de metal de caramelos importados: los elementos que construyen la inspiración. Arma el esperado porro, que fuma sentado en un moderno puf, mientras sus dedos gordos se acarician entre sí. El efecto es rápido, y la inspiración nunca tarda en llegar. Wolfram se siente repentinamente bien, dispuesto a escribir un nuevo poema.

Como todos los jóvenes neo-hedonistas, tiene una libreta de guardia para escribir en el caso de ser interceptados por la inspiración. Muchos jóvenes poetas interrumpen conversaciones con otros amigos (algunos también jóvenes poetas como ellos), masticaciones haburguesiles y otras actividades para anotar en sus anotadores de anotaciones espontáneas alguna que otra idea a completar luego. Entonces quizá Wolfram está en el colectivo y se desespera por manotear su libretita y su birome, en donde biromea birómicos garabateos. Cuando estas ideas llegan, los neo-hedonistas se disculpan con ensayada solemnidad: “disculpame, pero tengo una idea para una poesía”. Interrumpen lo que hacían, y anotan el verso o la frase, o simplemente biromean. Claro que muchas veces la inspiración que esperan en verdad no llega, pero se sienten tan bien hablando de ella que inventan momentos de iluminación sólo para manotear sus libretitas y biromearlas con palabritas o dibujitos.

Los neo-hedonistas son innovadores y estetas. Se caracterizan por tener un muy buen gusto, que no dejan de recordarse entre sí. Son poetas, pero ante todo modernos, y saben mucho mucho de arte y artistas, porque conocer la cultura es el camino hacia la propia iluminación. Eso piensan los jóvenes estetas, y lo piensan porque lo piensan y no porque otros lo pensaron por ellos. Además, para ser verdaderos poetas, para crear una obra de arte de valor artístico, es necesario conocer lo que la humanidad escribió, esculpió, pintó, arquitectureó y musiqueó. Hay que conocer todo, aún a pesar de que no guste, porque si el verdadero arte no gusta, es porque todavía no han evolucionado hasta él. Al menos eso creen estos jóvenes poetas.

Algunos jóvenes poetas neo-hedonistas incluso no quieren ser poetas, pero muchas veces esa angustia es fértil fermento para sus poemas y poemitas. Wolfram, en su célebre poema que llamó “Yo no quiero ser poeta”, dice:

Yo no quiero ser poeta,
Pero no me queda otra
Porque soy poeta
Aunque no quiera ser poeta.
Poeta poeta, poeta poeta.
Poesía, uh.
Frenesí, frenesí.
Frenesíl Viorodríguez.


Lectores amigos y otros jóvenes poetas se regodearon en su notable buen gusto, y esgrimieron comentarios. Siempre esgrimen comentarios, no los dicen, porque esgrimir es más de poeta que decir. Decir es de negro. Esgrimieron, por ejemplo: Wolfram, tu poema es un poema de verdad. Un poema de poeta. Otro esgrimió: Qué poesía poética. Sos poeta poeta, posta. Y esa noche festejaron, porque Wolfram era poeta poeta, y ellos entendían la belleza del poema porque eran poetas poetas también, jóvenes neo-hedonistas que festejaban festejos festiles, grandes amantes del cocacoleo cocacoleador. Pero no de cualquier cocacoleo, sino del cocacoleo cocacólico.

Si volvemos a Wolfram podemos ver que ya se hundió apenas en su puf, y que el cigarrillo de marihuana lo marihuaneó directo hacia su poesía. Tendido el puente, Wolfram ya puede escribir. Manoteó su libretita y buscó la birome. Con ojos rojos y el equilibrio un poco afectado, logró componer algunas líneas. Las leyó en voz baja. Eran tan bellas que sonrió y amó su poética poesía. Por suerte, nunca dejaría de ser poeta: todos lo sabían. No escribió más, para no abusar de su artistismo. En su libreta se lee:

En mi departamento
Fumo
Fumo flu flu
Uí uí. Huí lejos de aquí.
Fumo y me esfumo
Qué buen poema poemé
Poemizo por se poeta
Amo la soledad.
Melanco Olía.
Finalicen, fúnebres flautas.
Fu: fu fu.