domingo, 25 de febrero de 2007

Error de Atilio

La impotencia y la escritura están íntimamente relacionadas; el empleo del lenguaje siempre es una batalla perdida de antemano. Nunca se llega a eso demasiado concreto o real, nunca se alude sino que se esbozan sombras. Bosquejos.

Escribir sobre la impotencia es paradigmático, porque es doblemente impotente el que escribe. Es impotente porque recurre al lenguaje, que siempre se queda un poco afuera, un poco lejos; y lo es otra vez, porque el tema en cuestión es la impotencia, esa sensación de nunca.

Escribir sobre la impotencia es un acto recurrente. Es volver sobre una misma idea de impotencia. Hacerla texto. Es algo estúpido como esto que hago ahora. Pero como solia pasarme en mi juventud, muchas tardes escribí con impotencia.

Atilio es más optimista. Claro, él es poeta. Descubre que entre el lenguaje y los renglones crecen esos musgos, esos líquenes, algunas flores pequeñas y brillantes que le gusta repetir.

Pero Atilio está equivocado. Con la palabra jamás se llega al cuello de una mujer. Se llega hasta ahí nomás, cerquita. Pero al cuello, jamás.