domingo, 18 de febrero de 2007

Epifanía (I)

No sabía exactamente de qué se trataba, pero un amigo me lo explicó. Al día sigueinte, apenas levantado, tuve una. Cuando esa noche tomábamos una copa, dije: "Tuve una epifanía."
Nietzsche dice (algo así como) que la mejor manera de arruinar algo es intentaralcanzarlo a través del lenguaje. Lo que es paradójico, porque esto que cito es mi modesta interpretación de una poderosa idea; y más aún teniendo en cuenta que esa idea, es también lenguaje.
No quiero aburrir a nadie con un ensayo linguístico. Tengo escasos conocimientos y profundas intuiciones. Algo, sin embargo, sí puede ser alcanzado por el lenguaje. O por la forma del lenguaje que encarna la narración. Ayer, por ejemplo, hervían unas empanadas en una sarten, en la esquina de Honduras y Medrano; un señor cruzó la calle y me miró con temor; una señora mayor cargaba bolsas con verduras.
Si tengo una epifanía inmediatamente después de haber adquitrido el concepto epifanía, entonces mi contacto con la realidad es únicamente una constucción discursiva que puedo modificar a medida que éstos (los conceptos que frecuento y utilizo), a su vez, se transforman.
Es lunes a la madrugada, y he dormido poco.
Para los amantes de crepitar (como concepto), tengo unas palabras más: la magia (lo que pensamos cuando la invocamos silenciosamente) existe.