martes, 21 de agosto de 2007

El abandonador de novelas.

Una de las figuras más temibles que el ser humano puede adoptar. La mejor analogía es con la fruta fresca: una manzana o una pera en su punto de perfecta madurez, mordida por primera vez, liberando sus aromas y jugos en la boca del mordedor; acto seguido, la fruta abandonada en su mejor momento, que comienza a pudrirse, a decaer hasta ser fruta podrida.

Las novelas funcionan igual. Es imposible volver a sentir el entusiasmo arbitrario de querer leer una obra. Empezar y dejar es un sacrilegio. El abandonador de novelas es uno de los verdugos más sutiles que andan dando vueltas. Quizá me he vuelto más impaciente con el tiempo, o la literatura tiene cada vez más competidores que requieren menor concentración.