martes, 5 de junio de 2007

Lapsus Mecanográficos.

Sigmund Freud hubiera hecho mucho más dinero de haber vivido en la era de los teclados. Su conocida teoría psicoanalítica herviría de éxito al constatar que los famosos lapsus (latinazgo sin plural, aunque algo dentro mío me lleva a decir lápsuses) existen aún cuando las personas escriben a máquina.

Sucedió que Atilio, el Poeta de Tigre, descubrió este desliz por casualidad, cuando redactaba una carta a una muchacha que estaba cortejando. Cuando iba a poner Después de cenar, puedo acompañarte a tu casa, el inconsciente del poeta trastabilló y redactó: Después de cenar, puedo llevarte a tu cama. Advertido el error a tiempo, lo corrigió, aunque el peligro de esa idea lo llevó a querer investigar un poco más.

Notó que si liberaba el inconsciente, sus textos se modificaban sustancialmente a base de estos lapsus.

Una vez, al intentar escribir creo en la amistad entre el hombre y la mujer, terminó por redactar: ¿La amistad con mujeres? ¿Qué mentira es esa? ¿Yo dije que creía en ella?

En otra ocasión debió excusarse por escrito ante una mujer que lo esperaba a cenar esa noche. Intentó escribir lo siguiente:

Querida Clara,

Le pido disculpas por no haber cenado con usted. Verdaderamente usted me gusta mucho, pero a veces la jaqueca es descomunal. Me molesta haberle fallado pero no faltará oportunidad para volver a vernos.

La saludo con afecto,

Atilio.

En cambio, en el papel decía:

Clarita,

Convertite en un kilo de helado.

Atilio.