viernes, 20 de marzo de 2009

Recuperadores de lo Bailado.

En esta misma ciudad, y porque -aunque parezca mentira- existe cierto balance universal de las cosas, existe otra agencia, más noble y esperanzadora, que se ocupa de recuperar lo bailado. En general estos tipos esperan a que uno se siente frente a ellos, que siempre se mueven en yunta, y mientras toman café de cafetera (esas largas, metálicas, con pico vertedor), lo oyen a usted hablar apenado sobre cómo unos malvados se han encargado de quitarle lo bailado, y usted describe como mejor le sale el dolor que siente y la necesidad de que alguien se lo devuelva. Usted exclama, mete pausas en su discurso, niega con la cabeza. Intenta una pequeña sobreactuación. Ellos lo miran, ya se han terminado el café, están impacientes. Después uno de ellos toma un papel, anota una cifra, y la desliza hacia su lado de la mesa. Usted ve el numero –exagerado- y permanece callado. Eso es por el ochenta por ciento de lo bailado, dice el del medio; con la mejor de las suertes llegamos a un ochenta y cinco. Un quince por ciento de lo bailado –cuando a uno se lo quitan- siempre se pierde. Estos tipos son buenos, piensa usted. Son los mejores. Son los únicos, en realidad. No le queda opción, si quiere recuperar lo bailado, con la indefectible merma del quince por ciento, deberá pagarles a estos señores.

Un posible final para es encuentro es que hurgue en su bolsillo y de ahí saque una pila de billetes.