domingo, 5 de agosto de 2007

Álvarez Gómez y el dilema de la Inspiración.

Puede resultar un poco sorpresivo que sea yo el que tome la palabra y me remita en este breve mensaje a su obra y su forma de sentarse frente a ella.

Álvarez Gómez, escritor y ensayista, amigo fiel y apasionado lector de los hechos de la vida. Faltaba más, ¿verdad?, que yo no lo presentara con alguna pompa después de haber sido homenajeado por él, uno de mis primeros lectores y difusores de mi poesía. Por si hace falta lo aclaro: soy Atilio, poeta de Tigre.

Sobre la inspiración puedo decir que uno de sus textos más lúcidos se llamó Tentativa de Texto Inspirado, que trataba de un texto complejo que se inspiraba a sí mismo, dando crecientes muestras de ello a lo largo de su evolución. Un texto novedoso que manifestaba su conciencia de estar inspirándose y creciendo, hasta desbordar de inspiración hacia el final. En ese caso, Álvarez Gómez intentó poner de manifiesto la irónica certeza de que algunos textos tiene un alma u otros no. Nunca dejó en claro si esa alma debía esperarse, o si podía aparecer durante el proceso de escritura. En todo caso, si así fuera, se trataría de textos hechos únicamente de forma (si es que esto fuera posible), despojados de quién sabe qué, y que algunos llaman interés dramático. Puedo asegurar que Álvarez Gómez nunca se sentaría a escribir sino se traía algo entre manos. Es este caso, traía la inquietud de la inspiración, idea que siempre lo perturbó.

Quisiera transcribir el manuscrito, pero el tiempo -que se lleva tantas cosas- aparentemente se llevó el cuaderno Gloria de 1971 en donde el texto se albergaba. Yo lo leí. Miraba el río.