Las de ocho patas son una cosa terrible. Imagínense lo que es una de veinte. Son patas peludas, gorditas, que raspan desde adentro. Y la leve cosquilla es nauseabunda, atroz, una picazón constante en las paredes del estómago que le sirve de hogar al horrible bicho.
El primer doctor le preguntó:
-¿Qué pasa?
El niño, de apenas treinta años, dijo:
-Tengo una araña en el estómago.
-¿De cuántas patas?- dijo el médico.
-Por lo menos veinte- dijo el niño.
-Ah, no. Yo curo hasta doce. Pero conozco un psicólogo que cura arañas de veinte.
-Pueden ser más...
-Más también, es buenísimo.
El niño fue a una consulta. Los raspones eran terribles. Al parecer, cuando la araña tiene apetito, camina con sus patas violentas y se carcome los bordes del estómago. El psicólogo le preguntó:
-¿Qué te pasa?
-Tengo una araña en el estómago.
-Bien. De cuántas patas?
-Veinte. Al menos.
-Bueno -dijo el psicólogo- nosotros los freudianos curamos una por año. Podemos empezar este miécoles.
El niño agradeció y se fue. En su casa se levantó el apetito del bicho. Esta vez sintió por lo menos treinta patas que le tamborileaban el estómago desde adentro.
miércoles, 28 de febrero de 2007
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