miércoles, 11 de abril de 2007

El Perro Pensativo

Tal es así que me negué una tarde de mi juventud a olvidarme que llovía, que el cielo estaba cubierto, que cobré un modesto cheque después de esperar una hora y media; y hacia el final de aquel alboroto caminé por Cabildo, agarré Céspedes, y después de comprar un guiso de lentejas en lo del panadero anarquista volví a ver, quieto en la vereda, al Perro Pensativo de Ciudad de la Paz. El can no hace más que escrutar aquella esquina, y de cuando en cuando mear un poco. Su orina, que pisé sin querer, se adhiere a las suelas de los zapatos. Su orina tiene algo de omelette. El Perro Pensativo concentra tantas imágenes en su honda cavilación cotidiana que termina por orinar una especie de síntesis amarillenta de lo que sus ojitos marrones han visto con la más tremenda angustia esquinera.
Lo acuño porque me niego rotundamente a que pase el tiempo