lunes, 11 de junio de 2007

Nostalgia de la Temperatura Perdida.

A veces me pregunto cuál es el mate de la alegría. Atilio suele responder: éste. La idea detrás de esto es nuevamente sobre la nostalgia que provocan los termos, elementos que mantienen el agua caliente, aún sabiendo que ésta se enfriará. Si la alegría es ante todo yerba humedecida, entibiada, entonces algo mágico aún perdura.

Yendo hacia la magia me topo otra vez con Paula. La evocación de cómo en su perfil rebotaba la luz que venía de los cielos, un poco por angelicalidad, un poco por estar en un avión de línea.

La preservación de los recuerdos es una actividad horrorosamente parecida a la del termo que retiene el calor del agua. Que a medida que lo va pediendo, lo evoca, lo representa, lo imagina. El calor se termina yendo por completo, pero la memoria retiene algo parecido aunque ajeno, un eco de tibieza. Un rumor anterior.

Paula es ante todo un rumor. Una lejanía. Un saco de mujer a la altura de la nariz; la ansiedad repetida. Una avenida iluminada en enero o una lágrima grande con medialunas. El asiento 17B. Una línea trazada con el pie; suavidad o transparencia. Versión dominguera de una balada de jazz tocada hace años, reproducida en una habitación de Buenos Aires.