viernes, 11 de mayo de 2007

Acortamiento del Tiempo.

Una señora, esas que condensan toda la verdad universal de tanto haber ido al mercado a comprar calabazas, dijo algo sobre el tiempo digno de repetición. Estaba haciendo la cola para pagarle a un posible Pocho o Cholo, dueño y muy conversador verdulero. La señora, una posible Olga o Matilde, arguyó que últimamente se quedaba sin tiempo, que no le alcanzaba para nada. Que apenas se levantaba ya estaba haciendo cosas, o bien calentando agua para un posible Víctor o Raúl (su esposo de siempre), anotando en un cuaderno la lista de las compras, escuchando superficialmente las noticias en la voz de su periodista favorito, pensando en tiempos mejores. La señora concluyó que el tiempo se le escapaba de las manos, que en setenta y siete años, jamás le había pasado de tener tan poco tiempo y a la vez tantas cosas con qué ocuparlo. Pocho o Cholo la escuchaba con atención, en parte porque el argumento le resultaba interesante, en parte porque escuchar era también su trabajo. Yo, un posible Alvarez Gómez, estaba allí, eligiendo unas peras, cuando oí decir a la posible Olga o Matilde:

-Es que los minutos cada vez duran menos.


El verdulero, el posible Pocho o Cholo, sin saber por qué, asintió.