De tanto mirar la calle, El Pensativo orina amarillo. Antes de hacerlo se fija qué lugar de la vereda es el más transitado. Así aparecen los manchones, espesos y deformes, que con orina interrumpen el tránsito de gente. No hay mucha gente en esa esquina, es cierto, pero el Perro sólo sabe expresar así su rebeldía: con su orina espesa festeja su condición de observador.
Como nadie disfruta el fresco de la mañana y cuando el sol le ciega los ojos. No sabe por qué, pero el alboroto a la entrada de los colegios, leve rumor de adolescentes, lo alegra. Entonces aplasta la cara contra el piso, contra las baldosas desiguales, y se deja respirar.
Las últimas horas de la tarde son las mejores para la siesta. Entonces busca un escalón calentado por el sol de la tarde, el sitio perfecto, y cosas en qué pensar antes de desvanecer en su propia comodidad. Como todos los perros, usa su lomo de almohada, y arropado en sí mismo se desinfla de placer. De tanto en tanto abre un ojo para ver pasar un señor, una vieja que cruza la calle con verduras recién compradas, o despierta apenas con el motor de algún auto que frenó en la ferretería.
Así, entre sueños, deja pasar la tarde.
Como nadie disfruta el fresco de la mañana y cuando el sol le ciega los ojos. No sabe por qué, pero el alboroto a la entrada de los colegios, leve rumor de adolescentes, lo alegra. Entonces aplasta la cara contra el piso, contra las baldosas desiguales, y se deja respirar.
Las últimas horas de la tarde son las mejores para la siesta. Entonces busca un escalón calentado por el sol de la tarde, el sitio perfecto, y cosas en qué pensar antes de desvanecer en su propia comodidad. Como todos los perros, usa su lomo de almohada, y arropado en sí mismo se desinfla de placer. De tanto en tanto abre un ojo para ver pasar un señor, una vieja que cruza la calle con verduras recién compradas, o despierta apenas con el motor de algún auto que frenó en la ferretería.
Así, entre sueños, deja pasar la tarde.