jueves, 3 de mayo de 2007

Refutación de Platón.

Encontré en Historia de la Eternidad un muy buen argumento para reflexionar sobre Paula. Salvando las distancias y haciendo las aclaraciones correspondientes –las que, una vez hechas, permiten jugar a entender a Borges y que eso sea divertido- paso a la humilde interpretación de las pocas hojas que leí.

Encontramos la siguiente crítica a la doctrina platónica. Entre otros argumentos que esboza Borges, incluye: “la conjetura de que esos mismos arquetipos asépticos adolecen de mezcla y de variedad. No son irresolubles; son tan confusos como las criaturas del tiempo. Fabricados a imagen de las criaturas, repiten esas mismas anomalías que quieren resolver. La Leonidad, digamos, ¿cómo prescindiría de la Soberbia y de la Rojez, de la Melenidad y la Zarpidad?”

En otras palabras, aquellas Formas puras en el mundo de las Ideas, en el paraíso de Platón, en realidad no son tan puras, ya que no pueden entenderse sin otras formas que las componen. Aquellas Formas, dice Borges, sufren (cuánto mejor suena adolecen, porque adolecer incluye la noción de tiempo –porque quizá adolecer sea sufrir una transformación temporal) de la mezcla, de la confusión. Es decir, no son puras. La Pureza como forma platónica, quizá tampoco exista.

Entonces Paula, esa Forma Ideal (en términos conceptuales, no de conveniencia) verdaderamente está hecha de muchos elementos: Belleza, Armonía, Carácter, Lentitud. Pero más aún, las formas impuras (en términos conceptuales) que la componen son a su vez otras Paulas, tan trascendentes que ellas mismas se han vestido de conceptos que llevan su nombre: Luciana, Morelia. En fin, Paula.

Y aunque nos hayamos colado a la refutación de Platón en manos de Borges, a los fines de este Diario seguiré llamando Paula a aquella Forma de Mujer.