miércoles, 30 de mayo de 2007

Texto en construcción.

Esto es más menos así. Describiré un experimento (éste) a medida que se va constituyendo, como una nube de humo de inestable forma. El texto podría llamarse Sobre Paula, Funes y la horrible certeza de ir olvidando, y ahí nomás, sin tanto preludio, describir eso que el texto intenta hacer, detener un recuerdo a medida que se va convirtiendo en materia a manipular por la memoria. Sobre cómo hacer para no olvidar, citando a Borges y sufriendo un poco, por no poder evitarlo. Sobre cómo acompañar el recuerdo o el olvido, que en realidad podrían ser sinónimos, o simples complementos del mismo concepto. Sobre cómo quisiera que todavía estés, a pesar de que Funes tenía razón en indignarse: el perro de las tres y catorce es esencialmente distinto al de las tres y cuarto. Sobre el extraño y vanidoso placer de citar a Borges. Sobre la extraña necesidad de aclarar el extraño y vanidoso placer de citar a Borges. Sobre la alegría de haber comprendido y disfrutado Funes el memorioso, y de ahí en adelante tener una razón más para referirme con insistencia a hechos del pasado. Sobre cómo los textos no siempre son precisos. Sobre cómo un texto en construcción puede dar cuenta de una idea con igual precisión que uno terminado y bello en las formas. Sobre la hilvanación.

Narratividad de la Impotencia.

Por ejemplo, que el enjaulamiento fuera tan extremo que no quede otra opción que: imaginar un bar de San Telmo, pedir un cortado con medialunas, endulzarlo, revolver. Pedir al mozo un diario, hojearlo con moroso deleite (sí, moroso deleite), dar un sorbo de café, hacer un lentísimo paneo por el bar; ver gente caminando con las primeras bufandas, corroborar que es San Telmo.

Como no queda opción, sueño que soy libre y que si quisiera, me levanto, pago, dejo abundante propina, ubico un sobretodo en mi espalda, enfilo a la puerta. Salgo, voy a la esquina, entorno los ojos por el sol anaranjado de las nueve y media, corroboro mi libertad. Por el barrio me topo con una librería, doy con una copia de lo que estaba buscando. Corroboro mi libertad, otra vez, porque tengo el libro en la mano, y tiempo, tiempo tiempo tiempo. Busco aquel bar confortable, el de los sillones, donde entra una luz aún naranja, que así se mantendrá por horas, para sentarme a leer y otro café, por favor.

Así paso los días cuando los imagino, la mañana más lenta del mundo.