martes, 11 de septiembre de 2007

Exquisiteces Asadas y misceláneas de Belgrano.

Witold Gombrowicz dice que escribe literatura personal porque le resulta imposible hacer otra cosa.

Hace treinta años comí entraña con puré sobre una mesita de madera apoyada en la vereda de Ciudad de la Paz, a dos cuadras de Av. Federico Lacroze. Enunciarlo, aunque sea tiempo después, es una forma de quedarme con esos sabores y una conversación de mediodía. Estaba nublado, como suele suceder a principios de septiembre cuando el clima cambia y la humedad recuerda que es Buenos Aires.

El lugar lleva el nombre de “Exquisiteces Asadas”, y lo atiende una señora que con mucho orgullo cuenta a sus clientes lo buena que está la carne ese día. Cuando yo fui, su simpatía estaba mejor que la carne, y su genuina bondad me hizo olvidar que más allá de la fama cosechada en el barrio, la carne estaba un poco dura.

Volviendo a la primera línea, pienso lo siguiente: escribir para vivir un poco mejor, o al menos para demorar los procesos del olvido, ya es suficiente. Que en un papel se impriman acontecimientos que de otra forma habrían sido perdidos.