martes, 27 de febrero de 2007

Teclas

Teclas.

Escribir es ante todo tecla tecla tecla, una idea viene y se queda un rato, escapa y vuelve transformada. Ante todo tecla y pausa, letras en letras, palabras o palabritas que a veces dicen cositas. Nada más que palabras, un atardecer en Congreso, un muro y una confitería, palabras que para mi son una cosa y para otro, no sé. Ante todo sé que si digo, digo con palabras porque no conozco otra forma, pero también sé que cuando digo con palabras, en realidad es ante todo tecla tecla tecla. Y si digo geranio y pienso en mi abuela Esther, uno que vino de casualidad a leer esto va a leer sólo tecla tecla tecla, y nunca va a pensar en mi abuela, en Villa Adelina los domingos, en un radio grabador Hitachi o en las figazas de la panadería La Española. Entonces esto es raro, porque digo figaza y el que viene lee tecla tecla, y yo digo Esther, abuelita, y el que justo pasaba lee tecla tecla tecla. ¿Entonces qué? No queda otra que tecla, otra que decir hola Rafael, abuelo mío, tecla tecla tecla, recuerdo cómo jugábamos a los aviones en mi infancia remota que ahora es sólo tecla tecla, que ahora es sólo fragmentos tecla del pasado, ideas tecla del pasado, aromas y conversaciones entre un niño y su abuelo tecla. No me queda tecla nada más tecla que hacer que tecla tecla y suspirar, aguardar que alguien tecla tecla lea esto y no piense u oiga tecla tecla sino que logre verlo a él, al Rafa, como decía mi papá, y en vez de tecla tecla se tome uno de sus mates siempre con espuma, u oiga sus historias de aviones y despegues, que lo oiga decir propulsión a chorro y otras palabras que yo escuché, y que ahora sólo puedo traer con tecla tecla tecla.

Conociendo a Atilio

Algunas claves para descubrir a este hombre notable.
Atilio estuvo sentado mirando la entrada y salida de barquitos en el Puerto de Frutos durante veinte años. Allí anotó versos en un cuaderno, que sólo pocos conocen.
Comió manzanas acarameladas hasta la gastritis.
Orinó en un mismo arbol hasta su corrosión.
Amó a una kiosquera secretamente drante nueve años. Recién cuando dejó de amarla, mientras le vendía un alfajor, ella lo miró con deseo. Hicieron el amor detrás del taller de mimbre de un conocido de Atilio. Se llamaba Lorena.
Usó biromes bic, no por patriotismo sino por rata.
Sin concoerlas demasiado, anotó palabras como "mácula", "crepitar", "ribete". Finalmente las incorporó, más por fonética que tra cosa. Sus poemas son musicales. Algunos son repetitivos, pero hay que perdonarlo.
A sus veintinco años Atilio emprendió un viaje literario, algo sensacional. Se desligó de todo lo que no fuera su literatura. Se alienó, al menos un poco. Por eso, hoy, Atilio es poeta.