viernes, 4 de mayo de 2007

Tentativa de Esquina Azarosa.

El azar es el azar. Pero el sentido común indica que hay azares más azarosos que otros. No sé si estoy completamente de acuerdo con la idea, pero opto por elaborarla antes de pensar su refutación. Entonces: si hay azares más azarosos que otros, deberían existir variables que determinen la azarosidad de ese Azar (como Forma Pura).

Por ejemplo, podemos decir que existen esquinas más azarosas que otras. Una Ley Superior indica que Callao y Corrientes es más azarosa que Paseo Colón y Humberto Primo. Es decir, el azar al que uno se expone en Callao y Corrientes es más denso –i.e. tiene más densidad azarosa- que un simple azar de barrio. Demos ejemplos: en Callao y Corrientes el azar reúne cantantes, empresarios con apuro, empleados de banco, vendedores de lapiceras, estudiantes con tiempo muerto, guitarristas, mozos que salieron a fumar, una mujer hermosa con dos bolsas de supermercado, un vendedor de encendedores. En cambio, en la otra esquina el azar sólo se ocuparía de reunir apenas a un señor que baja del 152 hacia una tienda de antigüedades, una señora que pasaba por ahí, un estudiante de Ingeniería que bochó tres veces Mecánica de los Fluidos.

Además, esquinas azarosas como las que cortan Rivadavia en el Congreso de La Nación (monumental edificio azaroso), se convierten en lugares idóneos para un nuevo tipo de actitud vital: el azareo. Éste novedoso verbo da cuenta de la actitud de cientos de individuos que caminan por veredas con la mirada tranquila, azarosa, meditando quién sabe qué, hurgando en librerías de usados, yendo al Cine Gaumont, mirando las palomas (apoteosis de animal azaroso), i.e. azareando.

Un error común consiste en la creencia de que el azar aumenta en el interior de los bares, sobre todo cerca de las ventanas. Allí, verborrágicos cafeteadotes se sienten más azarosos, perciben el azar de revolver un café, que el movimiento circular de la cucharita (el cuchareo circular) en realidad envuelve mensajes místicos (pasados vikingos, griegos, eslovenos, o rarezas afines). Esa carga emocional que los parroquianos insertaron en los bares que frecuentaban los convirtió en lugares menos azarosos. La explicación no abunda en azares: quien va a un sitio a buscar azar, y lo encuentra, no experimentó el azar sino la costumbre. El azar debe sorprender, o al menos confundir. Por lo tanto los bares se convirtieron en lugares de menor densidad azarosa que sus veredas y calles aledañas.

La naturaleza azarosa de los razonamientos que pueblan este texto da lugar a una planificada refutación a publicarse en los próximos días.