martes, 14 de agosto de 2007

Conciencia Orgánica I.

Esencialmente, la conciencia orgánica consiste en estar conciente de que ante todo somos un organismo. Esto es, ser es ser organismo. Por lo tanto, cuando somos, somos a la vez un poco estómago, hígado, páncreas, pulmón, brazo, y demás zonas del cuerpo que cumplen sus roles determinados por la naturaleza.

Para obtener una calidad de vida aceptable (no en términos económicos sino dentro de parámetros psicológicos considerados normales, o bien que permitan no estar en un psiquiátrico) la conciencia orgánica debe limitarse. Es imposible comer un bife con papas fritas y ser conciente del estómago, o salir a la calle a mirar e intentar analizar el funcionamiento del ojo.

Si entendemos que ciertos actos poéticos (definida ésta como fuere) son realizados por individuos que vieron brillar el mundo (en todas sus formas) podemos afirmar –con toda la arbitrariedad necesaria- que para construir actos humanos como la poesía en menester olvidar momentáneamente nuestra condición de organismos. Alejados de la química de los cuerpos (de los fluidos y sustancias que la navegan y accionan) la vida poética es posible.

Si consideramos que el cuerpo humano en buena medida nos hace humanos (o bien: somos humanos porque tenemos un cuerpo humano), y que la poesía (en sentido amplio: una apreciación y amor vasto por la vida) es un acto completamente humano, para hacer poesía hay que ser poco humanos, o bien poco conscientes de que somos un cuerpo que funciona con alimentos y responde a estímulos.

Además, a pesar de todas las arbitrariedades y tautologías perpetradas en este texto, quería enunciar esta contradicción de cualquier forma. Por otro lado, tanto la contradicción como la arbitrariedad constituyen la condición humana.