domingo, 14 de enero de 2007

Madrugada

Lunes quince de enero, con letras. Sigue siendo domingo, aunque ya no es el mismo que a la tarde porque los días siempre se confunden y ahora ya es casi lunes. Lo peor del lunes: su proyección dominical. Incito a todo el mundo a cambiar la actitud de esta madrugada.
Si hay algo que no deja de sorprenderme es la cantidad de personas que quieren negarle a la vida su caracter fisiológico, y hacen cosas como escribir frases en papeles, tocar canciones, invitar a una chica irlandesa a salir, imaginar lo que debe ser Irlanda, volver de Irlanda (traten de pensar en Irlanda sin imaginar algo verdoso, verán que es imposible), poner un blog en internet esperando lectores fugitivos, convertirse en fugitivos y pasear de noche, entrar en bares, pedir bebidas fuertes, y creer que algo importante está pasando. Y por qué no: oír el tintineo de los hielos en un trago (no me gusta el whisky, aunque sí el ritual de la disolución de sus hielos, etc) y sentir que no podemos hacer otra cosa que vivir en el mundo. Es así, esto es un mundo de gente, mundos y munro, munros enteros de gente de mundo cocacoleándo para no aburrirse, comprando eukanuba, y los que no cocacolean pero cocacolearían con hielo y limón. Afeitaría al mundo de su barba de cinco mil años de gente encarnandole la jeta sin amor y sin verguenza.
(Favor de agregar la diéresis o crema sobre la melancólica "u" de ver-gu-enza.)
A.G.

Domingo.

Se habla de más, como siempre, y se emplea mal el término "domingo". Se lo relaciona con un estado del alma, cuando el alma tiene estados todo el tiempo, sólo que no siempre puede manifestarse. Manifestación del maní. Nuestras almas están, en alguna parte, pero están, y nos hablan tan fuerte que lo único que no podemos decir es que no se oye.
No existe (pronunciado nexisteh, con énfasis porteño) tal cosa como el domingo, entendido como término anímico. El domingo es lo que es, aunque en realidad es lo que somos adentro del él. Como dice alguien que diijo lo que erstoy por decir (y que no me animo a citar para no ser tan careta), nosotros habitamos el tiempo. O sea que siguiendo a este autor incomprensible para cerebros ansiosos como el mío, nosotros estamos metidos dentro del domingo como un embutido de tiempo, notable mondongo dominical, que nos aprisiona y hace inclinarnos por el fútbol, la familia, el deporte, el ajedrez, el mate, la lectura, las drogas, las ideas est´çupidas según las cuales el domingo es más tranqui, y demás producción discursiva de nuestras timoratas conciencias.
Los saludo, lectores (¿?). Leanmé, que callar es desagradable. Más los domingos.
A.G.