lunes, 12 de marzo de 2007

Atilio: capacidades amatorias

Que sea poeta, que pase largas horas de contemplación. Que reflexione, cebe mate, tome largos paseos. Que se siente en un café, sin lápiz, sin papel. Todo esto aporta a que Atilio haya sido -porque su juventud fue notoria- un amante sensacional.

Ante todo fue un hombre reservado porque ni los amigos se enteraban de sus aventuras. Pero este hombre silencioso, preciso, se dejaba acompañar por las damas sin la menor preocupación. Supongo que en un principio lo envidié. Después, aprendí mucho de él. Sabía bailar, y eso a las mujeres las volvía locas. Cuando él bailaba, yo me quedaba recostado sobre una barra y una copa medio llena, e intetaba completar con palabras lo que el cuerpo necesita decir con movimientos. Tarea imposible, pero con la cual tampoco me faltó compañía. La juventud se fue como una pesada roca que cae de un barco, pero de la cual -a diferencia de la roca- todavía quedan algunos rastros.