Tal es así que me negué una tarde de mi juventud a olvidarme que llovía, que el cielo estaba cubierto, que cobré un modesto cheque después de esperar una hora y media; y hacia el final de aquel alboroto caminé por Cabildo, agarré Céspedes, y después de comprar un guiso de lentejas en lo del panadero anarquista volví a ver, quieto en la vereda, al Perro Pensativo de Ciudad de la Paz. El can no hace más que escrutar aquella esquina, y de cuando en cuando mear un poco. Su orina, que pisé sin querer, se adhiere a las suelas de los zapatos. Su orina tiene algo de omelette. El Perro Pensativo concentra tantas imágenes en su honda cavilación cotidiana que termina por orinar una especie de síntesis amarillenta de lo que sus ojitos marrones han visto con la más tremenda angustia esquinera.
Lo acuño porque me niego rotundamente a que pase el tiempo
Lo acuño porque me niego rotundamente a que pase el tiempo
6 comentarios:
No sé si llamarlo señor Gomez o señor Alvarez.
Por ahora le voy a decir Gomez.
Señor Gomez usted es contundente desde el título.
El perro pensativo.
Buenísimo. Tiene pasta de hit.
los perros pensativos son buena compañía.
ese perro no será andaluz?
Caja de Goma: llámeme como quiera.
Un gustazo verlo por aquí.
Félix, coincido con usted.
Maga, sus comentarios me cortan con una navaja.
si el tiempo no se consume, el perro no existe. pero claro esto es parte de la imaginacion, asi como la ilusion del tiempo., algo persistente, lo lei varias veces. muy bueno.
Ramiro, qué bueno verlo por acá!
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