Como muchas otras, aquella tarde Atilio y yo estábamos setados en unbanco del Puerto de Frutos. Cuando es verano y hace veinticinco grados el cuerpo se relaja y olvida. Atilio comía pirulines, rememorando la infancia. Yo miraba cómo los barcos que habían estado todo el día descargando mercadería volvían río arriba. Oí hablar a Atilio:
-Me gusta la palabra picaporte- dijo.
-Ahá- contesté.
Hicimos silencio. Al rato:
-Me gusta vacilar.
-Ahá: y qué tal pescante.
-Sinusoidal.
-Hermitaño.
-¿Está seguro que es con hache?
-No, tiré a pegar.
-No es problema. Oiga: senil.
-Silbido.
-Suceso, suceder, su cedáneo.
-Té de Cedrón para el cerdo.
Hubo una pausa. Atilio dijo:
-Genial.
-Genitales.
-Gegén.
-Gemido.
-Gerardo.
-No, eso nunca.
miércoles, 7 de febrero de 2007
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