Todos los lunes, a la hora de la reformulación existencial (11 am), experimento epifanías. O, comería un choripán. Quien diga que puede distinguir la epifanía del apetito choripanero, es un farsante. Choripanear y epifanear son, muchas veces, variantes del mismo verbo. Entonces, mis opciones de lunes se reducen a dos: o bien evacuar alguna inquietud con la escritura (haciendo lugar para próximas inquietudes), o bien acercarme a la costanera y pedir dos choripanes. Uno para ahora, y otro por las dudas.
Si está desalegre, choripanee. Esta mañana, después de escribir, choripanearé. Quien choripanee, se alegrará. Es probable que se me haya olvidado algún tilde (o alguna). Agreguenla, y después, choripanéen.
Y no olviden chimichurrear sus choripanes para exaltar sus choripánicas epifanías lunescas (o lunecinas, si estuviera nublado).
5 comentarios:
Querido Gomez, siga encantando. Quedan pocos porteños.
Estimado/a, muchas gracias por el augurio, haré lo porteñamente posible.
Excelente Álvarez Gómez. Me hizo reir y pensar al mismo tiempo, algo que un texto de mi amigo Laclau no puede conjugar: me deja con ese gustito pensativo pero con expresión adusta (sin reirme, bah).
Saludos a Ela.
SZ
Zizek, acabo de tomar un sorbo de mate frío, de agua que acabo de calentar. Seré pelotudo?
otra vez me hizo reir y pensar a la vez. pero sí, creo que sí. Es usted un pelotudo.
(pero qué pelotudo!)
saludo de otro pelotudo que calentó su comida y ahora la come fría por escribir acá.
SZ
Publicar un comentario