Sucedió un viernes parecido a éste (aunque los viernes, a pesar de los tiempos, tienden a un único viernes), que llegado el mediodía no tenía con quién comer. Sobrellevé la aparente tragedia. En una esquina de Belgrano, en la pizzería "Mi Matute", adquirí dos de carne y dos de queso y cebolla, que mastiqué caminando por Amenabar. Llegando a una esquina, fui feliz, en parte por el queso fundido, en parte no sé. Encontré un escalón cómodo y me senté con la espalda recta sobre la pared, a que mi estómago continuara con la festividad de la digestión. En total duró no mucho más de veinte minutos.
viernes, 23 de marzo de 2007
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6 comentarios:
Me encanta que la gente coma mientras que camina. No se por qué.
Es un poco solitario pero engañosamente feliz.
Comer mientras caminar puede tener sus ribetes de gozo en alguna que otra oportunidad, no lo recomiendo sin embargo si se trata de empanadas, menos aún de carne y de queso, menos aún si la calle en cuestión es Amenábar
Ram, es usted ramiro?
Amenabar es marrón, no sé por qué. Como dijo Atilio, todo es una cuestión de luces y sombras.
No, A. Gómez, no me llamo Ramiro, aunque probablemente le ponga así a mi primogénito, si es que alguna vez lo tenga, y si es que mi eventual mujer con la que eventualmente lo tenga me deja eventualmente ponerle ese nombre que sólo a mi parece gustarme.
La clave de mi identidad está en inicializar mi nick, no se si fui claro, tampoco esperaba serlo, si algo tienen de bueno las mega-cities son la maravillosa facilidad que ofrecen para el anonimato, y yo siempre viví en Buenos Aires, nyc que le dicen, y a mucho orgullo...
Lo del anonimato es absolutamente cierto...
Es un privilegio de las grandes urbes.
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