lunes, 26 de marzo de 2007

Epifanía de vieja en la esquina.


No son muchos los días en que todos los secretos de la vida se manifiestan en cómo drena el agua caliente entre la yerba de un mate que una viejita sostiene en la vereda de su casa. Y esa señora, que en su vida hizo poco más que tener hijos y revolver ravioles, siempre tuvo razón; razón que ostenta en momentos de la vida de otro. Porque aunque ella lo dijo más feo, más seco y sin entusiasmo, la señora aquella estaba en lo cierto. Como todas las viejas que hablan de la salud con desalegría de vereda. Ellas son reveladoras de la verdad, y entre sus manos drena el agua en el mate epifánico. Somos lapsos, y durante ese lapso somos más o menos desalegres, con una conciencia más o menos aguda de ello, más o menos preocupada por vencer el hecho sofocante de vivir sólo por un tiempo. Y durante el lapso, el terror frío de conocer que la conciencia es una duración, que somos ante todo limitación y encuadre. Somos un lapso durante el cual podemos o no reconocerlo, pero la vijita aquella, que en una esquina eterna rezonga tomando mate, esa señora que es promedio de las señoras y la vejez, ella siempre estuvo en lo cierto, siempre tuvo razón. A su salud, entonces.

3 comentarios:

Maga dijo...

a su salud...

lo bello y consolador de la fugacidad, alvarez...
por eso brindo

emiliano. dijo...

Le aseguro que me han dicho de todo en esta vida, don Álvarez, pero "lapso" jamás.
Quisiera decir algo cómo "bueno, ya que somos un lapso, hagamos de él algo inolvidable, disfrutemos cada momento de su duración con plenitud", pero realmente no estoy seguro, creo que un poco da lo mismo a fin de cuentas.
Propongo mas bien un "afrontémoslo de cualquier modo y, como quien dice, que salga lo que Salgari".
La verdad es que el tema me deprime bastante, si le soy sincero. Gracias por la lucidez.

Álvarez Gómez dijo...

Emiliano, (pausa).
Emiliano, (pausa).

Este tema puede inclinarse (por lo que me pasa a mi)hacia un estado melancólico o bien hacia un consuelo igualmente potente. Como si ya que somos lapsos no hubiera mejor idea que correr hasta la rotisería de la esquina y pedir la milanesa más napolitana de todas, con vino de la casa y flan.