Doce aceitunas, un López, la mesa de al lado. La noche se hace relato en San Telmo. Atilio fumaba oyendo a su compañero. Su compañero, Álvarez Gómez, pensó qué sería de ese bar con el tiempo, ahora que los minutos duran cada vez menos.
Nueve aceitunas, una mujer en la cabecera, asimétricas copas de vino, dos tortillas españolas; la tibia certeza de que afuera llovió y adentro está tan bien. El umbral, tres viejos cayéndose de la silla. Una mujer soltera, entrada en años, conteniendo la amargura de haber envejecido.
En la mesa larga. Una mirada prohibida, un tenedor en el piso, pasos sobre piso de madera. Las glorias de la calefacción. Una conversación sobre la mesa vecina, Atilio ausente. Álvarez Gómez presiente que todavía será joven, por lo menos un mes más.
Madrugada en El Federal, fundado en 1864, conocido recién anoche, hace treinta y cinco años. Todo está casi igual, aunque Atilio ya no me acompaña. Una mujer en la cabecera, la luz amarilla cayéndole en la cabeza, otro López, cinco aceitunas. Una conversación mezquina, mi compañero consumido por su tranquilidad. Álvarez Gómez levanta una copa en dirección a la cabecera donde duerme la imagen de una mujer. Ella sonríe, levanta la suya. Deja el antebrazo suspendido en el aire.
Nueve aceitunas, una mujer en la cabecera, asimétricas copas de vino, dos tortillas españolas; la tibia certeza de que afuera llovió y adentro está tan bien. El umbral, tres viejos cayéndose de la silla. Una mujer soltera, entrada en años, conteniendo la amargura de haber envejecido.
En la mesa larga. Una mirada prohibida, un tenedor en el piso, pasos sobre piso de madera. Las glorias de la calefacción. Una conversación sobre la mesa vecina, Atilio ausente. Álvarez Gómez presiente que todavía será joven, por lo menos un mes más.
Madrugada en El Federal, fundado en 1864, conocido recién anoche, hace treinta y cinco años. Todo está casi igual, aunque Atilio ya no me acompaña. Una mujer en la cabecera, la luz amarilla cayéndole en la cabeza, otro López, cinco aceitunas. Una conversación mezquina, mi compañero consumido por su tranquilidad. Álvarez Gómez levanta una copa en dirección a la cabecera donde duerme la imagen de una mujer. Ella sonríe, levanta la suya. Deja el antebrazo suspendido en el aire.
8 comentarios:
confieso que me encanto... no es que hubiese tenido esa sensacion tan especial que ya conocia el relato, por ser un texto simple.. todo lo contrario... me temo, mi querido alvarez... que nos sorprenden las mismas cosas..
le dejo un abrazo y mi mail.. estamos planeando una juntada con don caja..
elultimosisifo@hotmail.com
otra vez... brillante... B-RIL-LA-NT-E-!!-!
Me gustó mucho este texto. Creo que lo leeré de nuevo para verificar que todo esté en orden.
Me recuerda momentos muy recientes, principalmente en el interior del país.
Hoy estuve con Caja de Goma. Dice que se quiere juntar con usted. Encima, ahora me desayuno que Sisifo quiere verse con ud y con caja de goma. Esto es un quilombo.
Me prendo a esa reunión.
abrazo de un amigo de escritorio.
SZ
Juntada con AG...
Romper con el mito...
Es como ver la peli de ese libro que leiste en tu adolecencia...pero lo haces igual.
PD: La tortilla no era española, a las chicas les gustaba solo babé y remojadas en aceto...
Sísifo, me parece genial lo de la juntada.
No se rompe ningún mito, Andy, se comparten las cosas de otra manera.
Zizek y Sísifo, cuenten conmigo.
Muchas gracias por la visita,
AG
Sísifo, me parece genial lo de la juntada.
No se rompe ningún mito, Andy, se comparten las cosas de otra manera.
Zizek y Sísifo, cuenten conmigo.
Muchas gracias por la visita,
AG
Q bueno.
Todo, el texto, la juntada, el mito. Nos vemos.
interrumpo el tema mito + juntada
solo para decir que el texto me encantó
Goma, gracias por su alegría.
Lo, usted no interrumpe nunca.
Quedará en nuestras manos organizarnos.
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