viernes, 23 de febrero de 2007

Madrugada (II)

Por la hora que es, sólo puedo hacer un comentario más bien personal. A las cuatro y cuarto de la mañana no tengo opciones. Esta noche no es como ninguna de las anteriores. Todas las noches, salvo unas pocas, serán olvidadas. Nos corre el olvido, como a todas las cosas. ¿Tenemos con qué enfrentarlo? A veces creo que sí. Otras no estoy tan seguro.
Antes de tratar de dormir, recordaré: los ojos de mujer acuarela que conocì en mi juventud; el sol de frente por la Avenida las Heras; una conversación frente a una vía de tren; dudosas manos blancas. La boca maldita.
Al fantástico Funes no se le escapa ni un sólo instante. Al resto de los mortales, a mí por lo menos, la vida se me derrama y no puedo siquiera preocuparme.

2 comentarios:

salomé esper dijo...

7:47 y no duermo, pero los instantes no se me escapan. noto, sin embargo, una similitud con la sensación: cuando era pequeña tenía miedo de no poder leer buenos libros, por desconocerlos, por estar en otro idioma, por no cruzarlos. con el tiempo ejercité mi rol de pésima lectora que acumula una montaña de libros en la mesa de luz y se queda mirando a la nada. a veces la sensación vuelve, esa necesidad de recordar/de leer. y a veces nos encontramos a un señor que se llama ag y escribe de un modo hipnotizante. y uno lee/ recuerda. y se queda un poco más tranquila. y hasta puede que duerma.

Álvarez Gómez dijo...

Cas, siento lo mismo que usted, un temor a estar ajeno a los libros, a quedarme afuera de algo.
Quiero no olvidar más, quiero retener momentos, todos los momentos.
Gracias por la complicidad de entrar a esta casa y decir lo que dice.

Saludos, AG