viernes, 9 de febrero de 2007

Sandalias (1970)

Para empezar, seis sandalias, una por cada paso hasta el timbre y la mirada del colectivero, posiblemente Juan Carlos o Rubén; treinta sandalias, la esquina de Pringles, dos sandalias y los cigarrillos, el encendedor, la sonrisa del kiosquero. Cuarenta sandalias: suena el timbre y yo me levanto, no te esperaba, ocho pantuflas (¿en verano? mejor ojotas), la cerradura o antes el portero eléctrico y tu voz que llegó un poco distorsionada, soy yo, abrí; y antes es ayer a la noche y tu cara en penumbras, el silencio y después tu espalda que se aleja. Abrí. Abro. Ahí estás, ninguna sandalia, estás inmóvil y ya sé todo. Tus mejores palabras son con el cuerpo. Esta vez, con los pies. Vení, pasá, nueve sandalias, silla, cinco pantuflas, ¿café?, no, gracias. Silencio y ojos, silencio, tu cara de perfil. Habláme. Pero preferís no decir nada, elegís callar, mirar el helecho que cuelga en el balcón, y yo me siento un geranio, tan geranio mientras vos hacés silencio y sandalia, dos sandalias, me voy, ocho sandalias y estás en la puerta, abro, abrí, y así te miré irte, ocho, diez, veinte. Mil sandalias y yo geranio geranio geranio.

10 comentarios:

Ela dijo...

Esto parece el relato de un sueño.
Me puso un poco triste.

Nunca me puedo poner de acuerdo conmigo en si prefiero que la gente diga algo o que no diga nada en situaciones como la de la historia... esas de zapatos y sandalias y espaldas y plantas de balcón... Y ni hablar si además de Geranios hay Pensamientos o algún que otro Potus.

Álvarez Gómez dijo...

A ver si coincide conmigo: ¿hay algo más lúgubre que esas plantas de balcón? A mi me puso un poco triste tener que escribir esta historia...

Ela dijo...

¿Por qué le parecen lúgubres, muy tristes, fúnebres? (ah, no dijo todo eso)

No se si son tristes, no me importan, la verdad es esa.

Me acordé que durante mucho tiempo mi mamá quiso tener lindas las plantas del balcón del departamento, pero no podía. Según ella, era porque estabamos todos "mas o menos". Hace unos años que las plantas del balcón están hermosas. Estos años coinciden con el tiempo que hace que estamos bastante felices en casa.
Cuestión de "energia", o por ahí es como uno ve las cosas en un determinado momento, o lo que uno hace. Eso que le decía de que al final todo tiene que ver con uno.

Porque mas alla de la percepción de uno, hay algo elemental y práctico: hay que regarlas para que no se mueran y para eso hay que tener ganas de caminar 10 o 12 pasos y llenar un jarrito con agua y ponerselas. Y a veces uno no tiene ganas de hacer algo que no sea para uno mismo, como regar las plantas.

Para mi una imagen triste, es dos personas sentadas que no se dicen nada, de ninguna forma. Ni con la mirada.

Álvarez Gómez dijo...

La incapacidad de regar las plantas es un misterio que hace varios anios no puedo resolver..

no tengo enie en este teclado, ni acentos. Disculpeme la insolencia ortografica. Ayudeme e imagine los tildes sobre las letras, escriba conmigo...


En mi casa, despues de muchos a;os, hay plantitas y colores. Cuando habia solo manchas de barro y pozos, yuyos y cosas de plastico, no me gustaba salir.

La imagen de los helechos que se suicidan sobre el barrio chino es temible...

Álvarez Gómez dijo...

encontre un error de ortografia tan horrible que me da un pocod everguenza, desues de tantos anios de escribir, pero supongo que fue por no saber apretar las teclas con calma.

Disculpas a todos ustedes. A.G.

No tengo enie aqui, ni tilde.

Ela dijo...

Le quería decir que me gustó mucho la sensación de complicidad que me generó su comentario sobre el teclado y lo de escribir juntos.

Me hizo acordar lo mucho que me gustaba cuando Olmedo hacia de pai y "descargaba" a la nena mientras miraba a la cámara y nos hacía ojitos a los televidentes.

También le digo que hoy fuí a la casa de mi mamá y le regué las plantas como ella me pidió. Un misterio la causa de mi acción. Posiblemente, sean las líneas que le dejé ayer.
Gracias
Ela

Álvarez Gómez dijo...

Mire, la complicidad es una motivación, y es fantática. Yo oigo sobre su juventud y me recuerda la mía, recuerdo mis veinticinco años, mis preocupaciones de joven muchacho, mis temores. Pero para mi también hoy fue domingo, es la madrugada del lunes y oigo el rumor de las ramas y copas de los árboles. Le cuento esto porque usted lo va a leer, y entonces estas líneas, que son para usted, ya no son un tímido fragmento de mis intentos literarios, sino una palabra cordial, un puente tendido por casualidad, una lejana y modernísima amistad de cómplices, desde su tiempo hasta el mío. Que tenga buenas noches, querida amiga.

Ela dijo...

Amistad modernísima Alvarez, modernísima sobre todo.
Quién iba a decir que me traería tantas satisfacciones una página en internet, su página digo.

Ya en otros tiempos, también ajenos para usted supongo, las cartas eran una forma de comunicación... no, espere. Estoy tratando de justificar por qué lo siento como un amigo y por qué sigue una lógica (Alvarez Dixit) que así sea. Y la verdad que no tengo ganas de pensar tanto esta vuelta.

Puentes, eso me hacía falta. Ahora no los quiero perder.

Gracias.

P.D.:No va a decir algún/su nombre de pila?

Álvarez Gómez dijo...

Ela, me encanta su nombre. Para qué quiere saber el mío? Además, creamé: no tengo.

Yo festejo con usted por el puente que usted tendió hacia este lado. Lo que más festejo es que está hecho de palabras, y de palabras que fueron puestas con intención. Ya habrá visto que no soy muy amigo de la sofisticación si esta no viene a acompañar un sentido, como el fuelle que aviva un fuego.

Ela dijo...

No es un nombre hermoso?
Así me dicen aca.
Lo saludo, Don Alvarez