lunes, 5 de febrero de 2007

Sobre la obra de Atilio Fuentes

Conocí a Atilio, el poeta de Tigre, comprando un pirulín en el Puerto de Frutos. Él comparaba el pirulín, yo descansaba en un banco, mirando las esposas de los esposos. Feliz monotonía de vidriera, de avistaje de negocios y olimineto de hierbas. Eso es el Puerto de Frutos, un enriedo, un empujarse simpático. Atilio se acercó, tomó asiento y dijo: escribo poemas. Me dio un papel con sus últimos versos. Tenían la carga de un hombre que ha mirado mucho. No sé que pensará un crítico, pero en mi opinión son un tiro en el travezaño, abruptos. Publicaré algunos.

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