jueves, 10 de mayo de 2007

Intuición.

Lo que ese viejo intuye, el viejito del gorro que debía tener por lo menos setenta y cinco bien puestos, es que no habría otra forma posible de abrazar a esa mujer, de esa manera, esa noche de mayo, escapando de a dos a los primeros fríos del invierno. Esa intuición se llama tango, se llama milonga, la intuición o la certeza, el lento arrastrar de los cuerpos, los zapatos, hoy en la glorieta de Barrancas, mañana en un salón de Almagro. En mi juventud, esa noche los miré con alegría, contento por el viejo, apoyado contra la reja que delimita la pista de baile; asustado por la solemnidad con que ella aceptó esa mano arrugada que apenas se movió, y con lo mínimo dio a entender que había invitación y habría, por lo menos, una tanda. Y la gente iba a bailar para abrazarse con alguien el domingo, aquel particular y frío domingo, y no de cualquier forma, sino justamente así, agarrados del tango y de la cintura breve, moviéndose con moroso deleite (el lujo es de JLB) al compás de la música que se atora o se atoraba en la pareja de parlantes.

Bailando así te vi, por sobre el hombro de tu pareja dejaste pasar la mirada aunque ya estabas como sumergida, con esa cara que ponés, ralentando la respiración, haciéndola durar, como sólo ocurre durante el baile. ¿Qué es lo que te sucede? No lo sé, nadie sabe por qué, ni cuál es el efecto narcótico de la música, esa conjugación que te tiene como elemento en brazos de un desconocido. Qué lindo es verte así, abrazada o riendo, seducida por un paso inesperado, por un zapato que de pronto, frenó. Así, parecés imposible de otra manera. Elemental, efímera y mujer. Fuera de todo contacto que no fuera a través de los pasos, del abrazo, del ritual del baile. Ninguna palabra después, ninguna copa de vino. Termina la tanda y apenas si sonreís. No tenés nada que decir, no hay lugar para otra interacción que no sea aquella, la razón de aquella reunión de desvelados. En seguida estás sola esperando un nuevo cabeceo, una nueva invitación que hará que te enamores durante los pocos minutos de baile y que todo comience nuevamente. Un tango frío, emocional y opaco, no me pregunten por qué. Apasionado y estricto, sentimental y seco. Yo no podría bailar. Dejarte ir después de la tanda, Paula, sería insoportable.

1 comentario:

L ... dijo...

sí. definitivamente sí. siga AG.