Es posible tener sensaciones congresales. Estas se tienen en Congreso. La mente, afligida por las dolencias del vivir, es capaz de registrar con tanto detalle una sensación –en este caso las congresales- que puede reproducirlas en otros momentos y lugares que no son congreso.
Quizá sea la lluvia o la lentitud de la mañana.
Quizá, el temor de ser un verdadero solitario.
Es imposible la evocación del barrio de Congreso sin que venga como un huracán el gusto de la napolitana que hacen, con más grasa y aceite que en el resto de las pizzerías de Sudamérica, en La Americana. Es imposible que no recorra mentalmente la entrada del Gaumont, el caminar por la Plaza, las palomas dolientes, las personas desesperadas, las marchas, la noche que cae sobre Callao y Rivadavia como un hechizo. La boca del subte. La certeza de estar en el corazón de una ciudad tremenda.
Quizá sea la lluvia o la lentitud de la mañana.
Quizá, el temor de ser un verdadero solitario.
Es imposible la evocación del barrio de Congreso sin que venga como un huracán el gusto de la napolitana que hacen, con más grasa y aceite que en el resto de las pizzerías de Sudamérica, en La Americana. Es imposible que no recorra mentalmente la entrada del Gaumont, el caminar por la Plaza, las palomas dolientes, las personas desesperadas, las marchas, la noche que cae sobre Callao y Rivadavia como un hechizo. La boca del subte. La certeza de estar en el corazón de una ciudad tremenda.
4 comentarios:
ah te encontré, sabía que te había leído una vez!
jajaj
me encanta cómo escribís!
saludos!
más, por favor.
el tema es así. volví a bs as y me tengo que hacer amiga de la ciudad de nuevo, y que mejor q el tremedo diario de bs as para ponerme en tema. Y m recordó todo el tiempo que pasé en Congreso.
y la pizza aceitosa, por supuesto...
saludos, sr ag
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